Tres décadas atrás, nace el sueño de construir un lugar de encuentro para la comunidad de Eduardo Santos. Con los primeros ladrillos de esta obra los vecinos mostraban su solidaridad y entrega para que este proyecto se materializara y dejara de ser un ideal. Para su construcción fue valiosa la participación de los esposos Moisés y Sara Dyner, grandes benefactores para nuestro barrio.

Cada nuevo ladrillo representaba el cambio no solo para el barrio sino para la comunidad entera, estos fueron insignias de un progreso inminente pero también el foco de algunos para debilitar a nuestra gente. La Comuna, un lugar sitiado por muchos, reclamado por otros y lleno de foráneos que lo habitaban, fue transformándose en un espacio de zozobra porque lo único seguro era el presente, sus sueños revoloteaban en el ambiente pero cada vez se hacían más lejanos por la incertidumbre del conflicto urbano y de una guerra que no era de ellos, pero de la cual fueron las víctimas.

Al pasar el tiempo no solo fueron mártires del conflicto urbano con la presencia de milicias populares y otros agentes armados, a ellos se sumaron fuerzas del Estado que atacaron y olvidaron que ellos eran las víctimas de este combate, los asociaron con aquellos que amenazaban, torturaban y se llevaban a sus hijos y esposos para defender sus fuertes.

Mariscal y Orión, las dos operaciones militares más sobresalientes de entre poco más de 30, realizadas por el Estado durante el año 2002, llegaron con todas sus fuerzas, arrasaron con sus viviendas, con los esposos e hijos que obligados por el abandono del mismo Estado y la falta de una educación óptima no vieron más salida que unirse al frente de batalla. Mientras que el gobierno se vanagloriaba de tener una victoria y haber acabado la guerra, ellos seguían luchando porque dejaron sus casas destruidas, sus hogares vacíos y la oportunidad para que nuevos grupos paramilitares continuaran con el asedio.